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Foto del escritorDaniel Sachi

Vulnerando al jefe


Tanque de inmersión

Muchas empresas grandes tienen eventos de recaudación de fondos de caridad o de formación de equipos, que incluyen un tanque de inmersión o el tortazo en la cara.


Por lo general, hay diferentes tipos de personas sentadas en el tanque o la silla del voluntario.


El personal se postula o paga pequeños montos en las colectas por la oportunidad de participar, lanzando pelotas al objetivo, lo que hace que la persona caiga al tanque de agua, o estrellando la torta en la cara del voluntario.


Siempre es divertido, especialmente si eres el que está en el lado seco del tanque, o del que no se ensucia con la torta.


Charlando con unos amigos y colegas sobre esta práctica, se inició un diálogo interesante sobre "vulnerar al jefe".


Muchos comentarios giraron en torno a la idea de mofarse del jefe para obtener algún tipo de equidad o revancha por la forma en que el jefe trata a los demás, mientras que otros pensaron que solo era pura diversión sin segundas intenciones.


Me preguntaron si me permitiría ser el jefe vulnerado y hacer el ridículo y eso no fue difícil de considerar en mi caso.


Sé bien que no es razonable agradar a todos y que el respeto es importante, pero, en general, no creo que lo importante pase por ahí, y, habiendo participado en tanques de inmersión en el pasado, conozco el valor de esto en la formación de equipos.


Creo también que los gerentes que generalmente no son del agrado de la gente y a los que les cuesta formar equipos sólidos, no se ofrecerían como voluntarios para esta posible vergüenza.


Esto simple acto, abre un gran desafío para los jefes, porque, al igual que una bolsita de té, el verdadero carácter saldrá a la luz una vez sumergido en agua, pero, un jefe que sea un buen líder puede usar esto a su favor, sonreír y disfrutar del proceso.


En mi caso, incluso ofrecí una recompensa de un día libre en la semana para aquel que acertara más veces al objetivo, y fue muy divertido.


Claro que sería bueno tomar una instantánea de la cara del verdugo mientras lanza la pelota o estrella la torta, ya que esto podría mostrar algunas actitudes interesantes, y nos daría la oportunidad de ver qué generamos en las personas que dependen de nosotros.


Si un líder está luchando por la popularidad por encima de la rendición de cuentas, ya va por el camino equivocado, pero tampoco debería ser tan egoísta como para pensar que una pequeña humillación en nombre de la formación de equipos es algo malo.


Hacer el ridículo conscientemente, mostrar nuestro lado humano, quitarnos los fueros o las jinetas y ser uno más, nos ponen en un muy buen lugar a la hora de formar equipos fuertes, con buena dinámica, excelente comunicación y un amistoso clima laboral.


Creo que parte de ser un buen líder es poder tener sentido del humor y asumir riesgos, porque el respeto no se gana por la formalidad o el acartonamiento, sino con el buen juicio, la empatía y el don de gente.


Y en tu caso, líder, ¿serías voluntario?


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