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Foto del escritorDaniel Sachi

Qué sientes cuando dices “Lo siento”?



Probablemente muchos son demasiado jóvenes para recordar una escena de la película Love Story donde Ali McGraw le dice a Ryan O'Neil: "Amor significa nunca tener que pedir perdón", pero seguramente la frase la han escuchado o leído más de una vez.


Bueno, de eso se trata.


Y esto no solo vale solo para el amor de pareja, sino tomando el uso más general, que es el amor al prójimo.


Nos equivocamos mucho, maltratamos, pisoteamos los sentimientos de las personas a nuestro alrededor, dejamos que nuestras inseguridades se apoderen de nosotros, hacemos grandes suposiciones injustas basadas en el pasado, y más.


Seguramente, si estás interactuando con otros, incluso de la manera más leve y circunstancial, en algún momento tendrás una buena razón para disculparte.


Y generalmente, tratamos de salir de este tipo de situaciones con la muy usada frase “lo siento”; una de las frases peor utilizadas que hay hoy en día.


La hemos rebajado, diluido, dándole un sentido meramente formal, sin sustento, sin realmente sentir nada, salvo la necesidad de usar el formalismo para contentar al otro.


En realidad, la verdadera disculpa debiera hacer honor a la frase, nuestra mala acción hacia el otro debiera habernos dolido, movilizado internamente, incluso si ésta fue involuntaria, porque esto no cambia el impacto que tuvo sobre la otra persona.


Y lo peor, es que ni siquiera la tomamos como un punto sobre el cual reflexionar, que nos haga cambiar algo de nuestro proceder futuro.

Simplemente la tiramos al ruedo y ya, volviendo una y otra vez a repetir esas feas y erróneas actitudes para con los demás, incluyendo a las personas con las que ya nos disculpamos en otras oportunidades.


Y debo decir dos cosas, la primera es que no son hechos aislados, estos comportamientos están omnipresentes en las sociedades modernas, y la segunda es que el mal uso de estas frases es tan habitual que no puedo excluirme de haberlas usado sin darles el sentido que corresponde.


Recuerdo que, cuando mis hijas eran más pequeñas y se comportaban mal, hiriendo los sentimientos de alguien, siempre les decía lo mismo –“Si lastiman a alguien, la herida no sana porque ustedes pidan perdón y digan “lo siento”. Curarla llevará tiempo y cuidados, pero incluso así, quedará una cicatriz, que hará que el otro no olvide lo pasó”.


Creo que ese es el secreto, pensar en el otro, tener empatía, trabajar esto que se llama amor al prójimo de manera consciente, para que nunca tengamos que pedir perdón.


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