Cuando hablamos de desafíos, siempre estamos pensando en un contrincante al cual desafiar.
En lo personal, creo que no importa cuál sea nuestra fortaleza, no es conveniente desafiar a nadie si no estamos bien preparados, porque eso es confundir valentía con estupidez.
Pero hay un desafío que si podemos hacer y es válido y valiente y es desafiarnos a nosotros mismos.
¿Y de qué trata este desafío?
En realidad, se trata de poner a prueba nuestras más profundas creencias y salir de nuestra zona de confort.
Podríamos entrar en el terreno del psicoanálisis y trabajar en los conceptos del ello, el yo y el superyó, pero ese no es mi tema ni mi especialidad.
La idea es llevar ese desafío al mundo de las organizaciones.
Veamos…
¿Tenemos el coraje de dejar de fabricar un producto, incluso si es nuestro producto estrella?
¿Se nos ocurre querer "clientes más exigentes"?
¿Empezamos a desarrollar el próximo modelo incluso antes de introducir el anterior en el mercado?
¿Podemos incluir intencionalmente algunos disidentes en nuestros equipos de trabajo?
¿Pensamos en hacer nuestro propio producto o servicio obsoleto?
¿Seríamos capaces de declarar públicamente a nuestros trabajadores: "Podemos permitirnos cometer errores"?
¿Somos valientes como para empoderar a nuestra gente y no discutir sus decisiones?
Parece loco, estéril y peligroso, pero nada de esto se trata de ir en contra nuestra, todo lo contrario, se trata simple y llanamente de acciones incluidas dentro del concepto de innovación.
Para innovar debemos perder el miedo y estar preparados, y nadie mejor que nosotros para atacar nuestros puntos débiles.
Nadie sabe más de nosotros y nuestra empresa que nosotros mismos, por lo que podemos ser la competencia más descarnada, y, definitivamente, esta competencia nos hará mejores.
Estos desafíos que mencionamos nos ponen a prueba, nos hacen estar un paso adelante, nos mueven hacia el futuro que es donde debemos estar si queremos seguir siendo parte de una organización saludable.
Dejar atrás nuestras certezas y animarnos a lo desconocido, escuchar atentamente lo que tienen que decir los que no piensan como nosotros, obligarnos al esfuerzo aún estando en una situación cómoda y sin necesidad… ¡esa es la consigna!
En esta instancia, todo es discutible y no poner trabas a la discusión sino fomentarla, el camino.
Lo bueno de todo esto es que podemos ir a nuestro paso, cambiar cuando estemos seguros, arriesgar solo lo mínimo necesario y parar la pelota cuando veamos peligro.
Lo malo, es que, si hacemos esto que creemos bueno, nunca haremos absolutamente nada...
Entonces… ¿Ya te planteaste tus desafíos?
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