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Foto del escritorDaniel Sachi

No hay tecnología equivalente a un abrazo


Usualmente trabajo mucho en forma remota, ya sea dando coaching, dictando algún curso, o dirigiendo grupos de trabajo dispersos, todo esto utilizando software de intercambio de contenido y tecnología de videoconferencia.

Se podría decir que la tecnología está presente todo el tiempo y para casi todo en mi trabajo


Sin embargo, más de una vez debo recurrir a la vieja usanza, ya sea porque tengo que investigar algo que no está digitalizado, o porque necesito tener una charla cara a cara con alguien porque lo “digital” no alcanza ante determinados problemas o situaciones.


Hace poco, saliendo de un cliente en el interior del país y mientras esperábamos el vehículo que nos llevaría al aeropuerto, me quedé compartiendo ideas con un par de colaboradores para ver detalles de una solución que íbamos a presentar la semana siguiente en forma remota, y uno de ellos me dijo “A la responsable del área vamos a tener que hacerle una presentación personal a solas y ver qué pasa. Estaba muy nerviosa”.


Y realmente lo estaba, pero no hubiéramos podido darnos cuenta en una videoconferencia.

Ciertos gestos, ciertos movimientos y posturas la delataban, pero hubieran estado fuera del alcance de la mirada remota en una pantalla.


A veces olvidamos cómo era el mundo sin computadoras ni teléfonos celulares.

Las cosas eran más lentas y las relaciones eran más importantes y no estábamos tan expuestos a cometer errores por confiar ciegamente en la tecnología.


Ahora todos estamos acostumbrados, incluso, las últimas generaciones no conciben una vida sin la tecnología.


A mis hijas, de pequeñas, les resultaba difícil creer que, en el pasado, la gente salía sin celular a la calle, o ya un poco más grandes, cómo hacíamos para vivir con solo 3 canales de televisión y menos de 10 horas de transmisión diaria que era nuestra oferta televisiva allá por los 60.


Si bien me formé y me hice profesional en la vieja escuela, hoy soy uno más de los que han sucumbido a la tecnología.


Su inmediatez, su alta disponibilidad, su omnipresencia, realmente me hacen la vida laboral mucho más sencilla, sin tanto viaje, ni tantas horas fuera del hogar, pero cuando me pongo a analizar, también me doy cuenta que las experiencias son mucho menos ricas de esta forma, sin contacto personal frecuente.


En lo personal, no puedo decir que disfrute de los momentos en que la energía se apaga, los celulares no tienen señal o los servidores y computadoras dejan de funcionar, ya que lamentablemente vivo muy pendiente de ellos por mi trabajo, pero esos momentos me permiten darme cuenta de que todavía tengo relaciones personales que administrar y que esto es una importante faceta de mi labor.


Viendo hoy reuniones de familia donde en lugar de charlar cada uno está pendiente de su celular, donde la televisión es un invitado más en la mesa familiar y no uno cualquiera sino el preponderante, donde cambiamos las palabras dichas al oído o en un abrazo por un dibujito en un chat, siento que estamos perdiendo mucho.


En fin, creo que lo importante, no es prescindir de la tecnología ni de los avances, sino no dejar que estos nos deshumanicen.


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