Todos alguna vez soñamos despiertos.
Quién puede olvidarse de esas tardes calurosas sentados en alguna clase en el colegio en las que nos ausentábamos soñando despiertos en esas vacaciones en la playa.
O cuando veíamos pasar a esa persona de la cual estábamos secretamente enamorados y soñábamos con un noviazgo de novela.
Y así como de más pequeños soñamos con estas cosas, cuando crecimos soñamos con la carrera ideal, el puesto ideal o la empresa ideal, que podía ser incluso nuestra empresa.
A la pregunta de “¿Qué querés ser de grande?” respondíamos hinchando el pecho con algo que nos apasionaba, quizás, con lo que hacía nuestro padre, tal vez, alguna de esas profesiones que creíamos eran una aventura permanente.
Yo de pequeño quería ser astronauta, ser el primero que viajara a Marte, sueño infantil si los hay.
Luego ya grande, quise ser físico nuclear, pero el deber pudo más que el querer y dejé mi sueño atrás.
Bien, la pregunta de rigor es entonces… ¿qué hicimos cada uno de nosotros con nuestros sueños?
La idea es pensar que todo eso que soñamos puede ser realidad y para ello, algo debe suceder, que, generalmente, no depende de nadie más que de nosotros mismos.
Hacer que las cosas pasen en lugar de esperar que pasen, forzar el futuro en lugar de aceptar lo que venga, trabajar en nuestros sueños en lugar de cumplir los sueños de otros, esa es la labor y debiera ser la consigna.
Cada vez que olvidamos uno de esos sueños, matamos un mejor futuro posible.
Cada vez que olvidamos soñar, perdemos la capacidad de crecer.
Quizás el paradigma de conseguir un buen empleo que pague las cuentas aunque no nos guste ni nos apasione y que nos dá esa seguridad que termina siendo una cárcel, debiera ser cambiado.
Quizás el soñar despierto deba ser la norma para tener un mundo mejor, pero claro, es solo un trabajo para valientes…
Alguien una vez dijo “Los sueños son precursores de las realidades que estamos a punto de experimentar”, pero eso no es verdad, al menos, no en automático.
Alcanzar nuestros sueños hace que debamos dejar la comodidad, la conformidad, la zona de confort, el apego a ciertas cosas. Requiere ser trapecistas sin red, ser hombres bala con los ojos vendados.
Por eso, si eres de los que de vez en cuando, se queda mirando un punto fijo soñando con un futuro mejor, haz el esfuerzo, pasa la barrera del conformismo y baja ese sueño a tierra planificando cómo alcanzarlo.
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