En los tiempos que corren ya no basta ser uno más, porque son muchos y solo subsisten algunos, por lo cual, hay que buscar diferenciarse, y la mejor manera de hacerlo es mejorando el rendimiento apuntando a la excelencia.
Si bien hacer que una organización sea de excelente rendimiento es un desafío que se piensa siempre basado en los procesos, esta transformación se trata mucho más de desatar una revolución en la cultura organizacional, que solo de ordenar las operaciones y hacer algunos pasos en forma más eficiente.
Para tener una acabada comprensión de esto, hoy en día existen más de 500 métodos, modelos y teorías de gestión y mejora empresarial siendo utilizadas, pero cuando se trata de una mejora del rendimiento sostenible a largo plazo, todo esto combinado no puede compensar una cultura corporativa inexistente, pobre o sin explotar.
De una manera muy directa, la cultura corporativa determina la eficacia de cada método, modelo o teoría en uso y, por extensión, el desempeño de cada individuo, grupo y organización que los aplica.
La cultura es el caldo donde se cocinan las ideas, los deseos y las motivaciones.
Es el motor organizacional que debe ser alimentado para satisfacer la necesidad de una performance superior.
La cultura es el socio ineludible de los procesos como factor de éxito de optimización, sin embargo, lo que podemos apreciar es que los procesos han dominado esta sociedad desde el comienzo de la revolución industrial.
Pero…, ya no más.
La revolución de la productividad del siglo XXI consiste en poner a la cultura en el mismo nivel que los procesos para que pueda surgir todo el potencial de individuos, equipos, proyectos y organizaciones enteras, con un espíritu único.
La cultura la conforman las creencias, los valores compartidos, la historia y una sana mística, y debe ser el norte, la guía, y el combustible de toda la organización.
Si la cultura no existe o es débil y no está fomentada, todo lo que se haga será en automático, sin matices, sin la impronta que nos diferencia de la masa.
Copiar un proceso es fácil, cualquiera puede hacerlo con más o menos tiempo y dinero aplicado, pero copiar una cultura no es posible, tiene demasiadas aristas y elementos que la hacen única e irreproducible.
En resumen, trabajar, crear y cuidar la cultura es el nuevo imperativo estratégico, mientras que mejorar los procesos sigue siendo claramente su complemento operativo.
¿Y cómo está este balance entre cultura y procesos en tu organización?
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