Hay por ahí muchas definiciones de emprendedor, pero la que me parece más acertada es la que habla de quien tiene decisión e iniciativa para realizar acciones que son difíciles o entrañan algún riesgo.
Dicho esto, entonces, no hay un límite fijado por la pertenencia o no a una empresa, ya que, por definición, no se plantea la necesidad de ser autónomo ni la de navegar solo.
Claro está que, el que está formando su empresa siguiendo sus sueños y ha dejado todo por conseguirlo es el modelo mental que muchos se hacen cuando se habla de emprendedor, pero no es condición exclusiva ni mucho menos.
Hay emprendedores que lo son porque no les ha quedado más remedio, como los despedidos de su trabajo, que, al no poder encontrar cómo incluirse nuevamente en una empresa, optaron por hacer su propio negocio corriendo distintas suertes.
Otros son emprendedores por legado familiar, donde usualmente el padre lo ha sido y con éxito y fuerza a sus hijos e hijas a serlo, facilitando por supuesto, el acceso al capital y una interesante lista de contactos.
Por último, están los llamados “intrapreneurs” que son emprendedores dentro de las empresas, o al decir de un amigo, "esos loquitos que siempre andan buscando algo nuevo para hacer".
Uno podría pensar que estos últimos son los que tienen la mesa servida y la menor cantidad de problemas. Tienen un marco de contención, recursos y la posibilidad de fallar sin que su patrimonio sufra la falla.
Bien, debo decir que este pensamiento dista bastante de lo que ocurre en realidad.
A diferencia de los otros mencionados, este emprendedor interno tiene un marco de contención, pero que rápidamente se transforma en uno de control y exigencia de resultados.
Y esto tiene su razón de ser ya que los recursos no son propios sino de la empresa y debe dar cuenta de cómo y para qué los usa.
En cuanto a los recursos, estos tienen que competir en necesidad con la operación, que es la que le genera ingresos a la organización, por lo cual, muchas veces se torna difícil tener todo lo necesario en tiempo y forma, para cosas que no son usuales en la empresa y no son parte del giro de negocios habitual.
Y si hablamos de la posibilidad de fallar sin que sufra su patrimonio, muchas veces la falla termina en la salida de estos personajes de las organizaciones, por lo que, más tarde o más temprano, su bienestar económico se ve afectado.
Y si bien esto parece lo suficientemente malo para estos fantásticos insanos, también tienen que lidiar con los celos internos de aquellos que no tienen sus características, pero anhelan sus derechos y que muchas veces usan los malos comentarios y los palos en la rueda, además de cualquier posibilidad de presión sobre sus conocidos internos, para hacerlos fallar.
Entonces, uno se preguntaría qué debieran hacer estos personajes, pero la pregunta correcta sería que debieran hacer las organizaciones para obtener lo mejor de ellos.
Un emprendedor interno puede mejorar los negocios existentes, generar nuevas líneas de negocio, cambiar el sentido de la organización, pero debe tener el acompañamiento necesario y el entorno apropiado.
Por ello, es necesario que las empresas busquen entre sus filas estos emprendedores, pero también que hagan cambios que generen las condiciones necesarias, como ser la libertad para que cualquiera pueda presentar proyectos, un comité de evaluación y apoyo a estas iniciativas, capacitación relativa a emprendimiento y por sobre todas las cosas, tolerancia a las fallas y su uso para aprender de las mismas y hacer mejores cosas en la próxima oportunidad.
Ah, una cosa más, para esos oscuros personajes que celan a los que hacen y boicotean los emprendimientos, un grande y luminoso cartel mostrándoles donde queda la salida.
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