Para obtener y mantener un trabajo, normalmente se necesita un repertorio de habilidades técnicas que estén actualizadas y brillen, y tener los condimentos necesarios para destacarse de la multitud.
Por ejemplo, los dentistas necesitan saber cómo obturar las caries, las secretarias necesitan escribir más de 100 palabras por minuto y los choferes deben tener su registro de conducir habilitante que implica haber pasado un riguroso examen de manejo.
Sin embargo, más allá de las habilidades técnicas...
¿A qué odontólogo irías?
O ¿Qué secretaria te gustaría tener?
O ¿Qué chofer elegirías?
Seguramente elegirías al odontólogo con trato más agradable y que se toma tiempo para responder a tus preguntas, y no al que ni siquiera te habla o solo te ordena abrir la boca.
También seguramente elegirías a la secretaria cuya actitud sea positiva y optimista, y que siempre esté dispuesta a ayudar en lugar de aquella inflexible con sus horarios y con una actitud desganada y mal humor constante.
Del mismo modo, seguramente elegirías al chofer que cumpla con los horarios, sepa charlar cuando tienes ganas o no molestarte cuando no, en lugar de aquel que pone la música a un volumen alto, y se la pasa insultando a otros conductores u obligándote a escuchar sus monólogos, mientras maneja en forma descuidada.
En todas estas situaciones, y en todas las demás, lo que importa finalmente a la hora de elegir, son las habilidades blandas.
Si bien las habilidades técnicas pueden poner tu pie en la puerta de entrada, las habilidades blandas son las que abren la mayoría del resto de las puertas.
La ética de trabajo, la actitud, las habilidades de comunicación, la inteligencia emocional, llevarse bien con las personas y mostrar una actitud positiva, entre otros atributos personales, son las habilidades blandas cruciales para el éxito profesional.
Con estas habilidades puedes sobresalir como líder porque con ellas, la resolución de problemas, la delegación efectiva, la motivación y la creación de un equipo de alta performance, son mucho más fáciles.
El problema es que la importancia de estas habilidades blandas a menudo se subestima, y se proporcionan muchas menos horas de capacitación que las que se dan para las habilidades duras, así como no son tenidas tan en cuenta a la hora de promover un ascenso.
Por alguna razón, las organizaciones parecen esperar que las personas sepan cómo comportarse en el trabajo y tienden a suponer que todos saben y entienden la importancia de llegar a tiempo, tomar la iniciativa, ser amigable y producir un entorno de trabajo ameno y de alta calidad.
Creo que, en esto, todos estamos un poco desfasados de la realidad.
Quizás porque estamos en un mundo muy tecnologizado, donde las cosas tienden a pensarse blancas o negras, y a creer que todo puede ser medido científicamente.
Pues bien, debemos darnos cuenta que estamos en un mundo donde no solo tenemos una amplia gama de grises sino toda una paleta de colores que hacen que la definición binaria pierda sentido.
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