Anoche, fue una noche rara.
De repente, sentí nostalgias de mi madre y tuve el mismo dolor que el día que la perdí hace casi 4 años.
No sé si fue ese dolor, o la casualidad, pero, sin quererlo ni darme cuenta, comencé una conversación con la vida.
Ella se mostró muy amable, quizás porque llevamos mucho tiempo de conocernos, y me habló mucho de mí mismo, de las buenas y malas experiencias, y del poder de recuperarme de los golpes, algo inherente a gran parte de la humanidad, aunque cada uno lo sienta como especial y propio.
En el transcurso de la charla, descubrí por sus comentarios que no había logrado nada con facilidad, que todo lo hecho costó mucho y que detrás de cada logro había muchas arrugas nuevas.
Descubrí numerosas heridas y manchas tapadas con cuidado. Restos de crueldad, insensibilidad, mentiras, incomprensión, celos y preocupación, entre otras.
Pero la vida, que es inteligente y sabia, me mostró que cada una de esas marcas eran la señal de haberlas superado, y me volvió a recordar que poder soltar todo esto y dejarlo atrás, siempre es bueno.
Durante el racconto de los muchos errores y peleas, me mostró que siempre podía verlos con una nueva luz, y aprender de ello, porque en mi historia ya lo había hecho infinitas veces.
Entendí por sus dichos, que la gente tóxica lo es solo si se lo permito, y que ser bueno es un don que algunos confunden con estupidez porque todavía no entendieron el sentido de la vida.
Me dijo entre risas que el amor es eterno mientras dura, y que dejar al que no se ama es una señal de madurez y de salud mental, no importa si soy el que dejó o el que fue dejado.
Me hizo jurar que no iba a olvidar mis valores por nada, y que debía seguir perseverando no importa qué tan lejos viera el objetivo.
Recordé entonces las palabras de mi madre y quizás la razón del comienzo de esta charla “Vas a lograr todo lo que te propongas siempre que pongas el corazón en ello”.
Y luego de un rato, cuando el sueño me estaba alcanzando, me dijo que era el momento de despedirse hasta que nos volviéramos a ver, lo que podría ocurrir siempre que lo necesitara.
Solo me restó decirle “Gracias” mientras me entregaba a mi merecido descanso.
Seguramente, así como ocurrió conmigo, la vida de todos y cada uno tiene mucho para dar.
Ella nos muestra lo que somos, nos recuerda lo que fuimos y nos anima a ser lo que seremos, así que, de vez en cuando, si puedes, ten tu conversación con la tuya.
No te vas a arrepentir.
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