Vivimos un período con un vertiginoso ritmo de cambio y claramente, no podemos reducirlo y mucho menos detenerlo.
Pero el cambio en sí no es algo malo.
Es inevitable y rápido y muchas veces nos deja sin capacidad de respuesta, pero no podemos darle una connotación negativa.
Por suerte, dentro de este torbellino, algunas cosas no cambian; siguen igual que siempre y dando buenos resultados.
Una de esas maravillas es el liderazgo personal comprometido, que consiste, entre otras características, en ser el faro que guía al resto a través de la tormenta del cambio.
Hoy en día, muchas personas tienen claro que es lo que no quieren, o aquello de lo cual están en contra, y encuentran que esta posición en la vida les da la satisfacción que requieren para sentir que están completos.
Claro que estar en contra es más fácil, no requiere compromiso, ni tampoco apoyar una idea o un proyecto.
Es una posición cómoda, que no requiere nada de esfuerzo.
Por supuesto, otra cosa muy diferente es trabajar por algo y que ese algo sea la razón por la que las personas sienten que están en este mundo.
Muchos que se dicen líderes u ocupan formalmente posiciones de
liderazgo están en la postura cómoda, y pareciera ser que, a su criterio, esto los hace ver mejores porque hablan de estabilidad, de previsión, de tranquilidad, aunque en realidad, en tiempos de cambio, esta sea una postura inútil en cuanto a resultados, pero claramente confortable, sin fricciones, ni compromiso.
Para los que no aceptamos esto, la buena noticia quizás es que no tenemos que dejarnos llevar por la corriente generada, por la marea de la opinión popular y los valores sociales siempre cambiantes (no siempre para mejor).
De hecho, no hay ninguna virtud en el simple hecho de "ir de acuerdo con los demás".
Como decía Edmund Burke, escritor, filósofo y político irlandés del siglo XVIII, considerado el padre del liberalismo conservador británico, "Todo lo que se necesita para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada".
Todos tenemos la opción de decidir quiénes somos, quiénes seremos, para qué somos, y qué diferencia haremos en este mundo y ser un líder inspirador es un hermoso objetivo.
Este es un trabajo arduo, que requiere mucha contemplación, mucho esfuerzo, una profunda honestidad personal, y fuerte capacidad autocrítica.
Sin embargo, decidir nuestro propósito y nuestra razón de ser en este sentido, es el primer paso para descubrir el nivel de pasión e inspiración necesario para ser el faro, para liderar a otros a alcanzar una calidad de vida extraordinaria.
Y para hacer este cambio efectivo no hay nada más movilizador que la frase de Gandhi: "Sé el cambio que quieres ver en el mundo", porque la otra alternativa es vivir sin sobresaltos como la vaca que mira pasar el tren, solo que, en este caso, el tren nos puede pasar por encima...
¡Es tu elección!