En general las personas aceptan algunos riesgos, aunque no para todas las cosas.
Pueden ir a un restaurante nuevo, ver una película, hacer un paseo, todo esto sin recomendación de nadie, pero en otras son muy desconfiados y piden información a aquellos que consideran conocedores.
En general las personas se mueven en base a las recomendaciones, y cuanto más cuidadosos son con sus elecciones, más importancia le dan a aquellos individuos que consideran confiables a la hora de recomendar.
Es válido esto en el mundo laboral?
Por supuesto que sí! Aunque en los tiempos que corren, no todo es color de rosa…
Últimamente, y de manera preocupante, puede verse que el espíritu de la recomendación se está degradando.
Personas que no nos conocen nos piden en las redes profesionales que los recomendemos, y como contraparte, muchas veces nos llegan recomendaciones de gente que no conocemos, y que por lo tanto, no podrían hablar de nosotros. Esto es muy usado en las redes que usan la validación de aptitudes como LinkedIn.
Imaginen que un amigo en el cual ustedes confían, les diga que pueden ir con tranquilidad a un espectáculo y ustedes se encuentren con que la experiencia es un desastre total, y cuando le reclamen, él solo tenga para decir que en realidad no lo conocía, no había asistido y se había guiado por algo que escuchó por ahí.
En el mundo profesional pasa lo mismo, pero con efectos mucho más graves.
Por eso, hay que tomarse muy seriamente el tema de las recomendaciones, ya que cuesta mucho hacerse una imagen y hay que darle valor a esto, haciendo que la referencia siga siendo algo útil.
Estar entre los que la gente elegiría para trabajar con ellos, no requerir de mayores comprobaciones cuando se afirma algo, aceptarse lo que dice porque se cree que lo hace en base a su experiencia o a su conocimiento del tema, todas cosas que conllevan una labor ardua y muchos años de trabajo.
Y esta imagen, es apoyada, difundida y validada por las personas que han compartido el trabajo con nosotros, que pueden dar fe de lo que decimos o hacemos, y más aún, de aquellas cosas que nunca diríamos de nosotros mismos por humildad o modestia, pero que los otros valoran y mucho.
Claro que para poder utilizar esto en nuestro beneficio, debemos tener claro qué es lo que la gente valora de nosotros, y qué es lo que necesitamos que se valore, porque si no coinciden estas cosas, quizás la referencia no sea válida.
La lista de los valores apetecibles y necesarios para nosotros debe ser consciente y debe estar siempre vigente.
Debemos tratar que lo que nuestro entorno reconoce de nuestra valía esté en esta lista.
Si no hay coincidencia es porque no hacemos saber lo que hacemos y deberíamos, o, lo que ocurre más usualmente, que ese valor que pensamos tener, no está reflejado en nuestras actitudes hacia los otros o en las aptitudes que ponemos en práctica.
Y en cuanto a la vigencia, pensemos que para tenerla, no solo deberemos hacer honor a alguna característica que nos hace especiales, sino que ella sea recordada por los demás, y para eso, uno, en algún momento, tuvo que hacer la diferencia…