Cuando uno lidera algún grupo, muchas veces debe llevar adelante ciertas discusiones.
Habrá gente que esperará que demos nuestra opinión y apoyarán la misma y habrá otros que presentaran perspectivas diferentes o ideas contrapuestas.
¿Con quién nos sentimos más cómodos?
Quizás estemos pensando que es más fácil liderar un equipo que piense como uno, y lo más probable es que acertemos en nuestro pensamiento, sin embargo, casi con seguridad, nuestro equipo no tendrá la performance y resultados de excelencia que puede otorgar un equipo con múltiples miradas y opiniones diversas.
Si sentimos que un desacuerdo es una ofensa, y tratamos de voltear cualquier idea diferente de la nuestra, entonces estaremos teniendo un grupo de corderos, y la responsabilidad del fracaso será solo nuestra.
Cuando uno forma equipos de gente con pensamiento similar y los lidera, generalmente prima nuestra palabra porque para las personas del equipo es más fácil seguirnos que crear, ya que seguir no se contrapone con su pensamiento, y no vale la pena el conflicto por pequeñas diferencias.
En estos casos se da lo que se llama pensamiento grupal, que no es ni más ni menos que el pensamiento del líder adoptado por el equipo.
Un líder experimentado y solvente, buscará esa multiplicidad de miradas y tratará de integrar a expertos en distintos aspectos de los que él conoce.
Su seguridad no viene del conocimiento de una materia determinada sino de su habilidad de manejar un universo heterogéneo en pos de un objetivo único.
Aquí también existe la posibilidad de fracaso y la responsabilidad también será nuestra, pero habremos agotado las alternativas posibles en el camino y disminuido la probabilidad de fracasar.
Un líder con estas características sobresaldrá por su capacidad de escucha más que por su dialéctica, por su empatía más que por lo fuerte de su personalidad, y todo porque la escucha activa es su fuerte.
Hablará solo lo necesario, pero escuchará mucho y profundamente, porque una buena escucha permite entender, ampliar la visión e integrar.
Trabajará mucho en hacer participar a la gente, a que pierda el miedo a opinar, a mejorar la comunicación y el relacionamiento.
Enseñará a no juzgar ideas sino a argumentar las propias, y a que una discusión enriquece a las partes si es bien llevada.
Velará por compartir el conocimiento de todos por todos como una forma de crecimiento grupal y no hará valer su autoridad para imponer una idea, sino que tratará de trabajar sobre el análisis racional de lo expuesto.
Viendo esto, la pregunta original toma otra dimensión porque nos está definiendo cómo líderes.
Entonces… ¿Pensaste ya en qué tipo de líder eres?
Preguntas de autoevaluación para un líder:
¿Me siento más cómodo liderando a un equipo que comparte mi punto de vista?
¿Considero que el desacuerdo y las opiniones diferentes son una amenaza?
¿Suelo formar equipos con pensamiento similar al mío?
¿En mis equipos trato de imponer mi punto de vista?
¿Me disgusta que en mi equipo expresen libremente sus opiniones cuando son diferentes a las mías?
¿No me gusta perder el tiempo en escuchar argumentaciones sobre ideas de otros y promuevo que se acaten las mías?
Estas preguntas pueden ayudar a reflexionar sobre el estilo de liderazgo y la capacidad de integrar diversas perspectivas para lograr un equipo más sólido y efectivo, y si una o más fueron respondidas afirmativamente, es tiempo de sentarnos a charlar.
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