En todas las organizaciones hay estúpidos.
Aquí, ya habrá algunos de ustedes revolviéndose en sus asientos pensando que esta es una consideración de alguien que se siente por encima de los demás.
Lamento defraudarlos, pero no es así. También yo soy estúpido a veces (aunque trate de no serlo y escriba sobre ello).
Generalmente ocurre que, cuando alguien toma una cuota de poder, comienza a pensar más en sus necesidades que en las del resto, y orienta parte de su labor a satisfacerlas.
Por supuesto, la gente en relación con uno está haciendo su tarea lo mejor que puede, pero seguramente, siguiendo otros objetivos que difieren de los nuestros, al menos, en lo que a nuestros deseos personales se refiere, o no lo está haciendo de la manera que esperamos, pero que nunca comunicamos como correspondía.
Allí es donde normalmente se muestra la estupidez.
Miradas reprochadoras e incluso furiosas, gestos de desagrado, frases hirientes, y cuando no, algún grito destemplado o insultos, que les dedicamos fervorosamente a aquellos que no obran según nuestro leal saber y entender. Todas cosas que desmotivan, y rebajan a nuestros colaboradores a meros espectadores maltratados.
Todos bajo ciertas circunstancias tenemos esos arranques de estupidez, es decir, perdemos la compostura y nos transformamos en personas desagradables.
Eliminar la estupidez no implica eliminar los conflictos, desavenencias, rispideces o fricciones en nuestras relaciones. Se basa sí, en respetar las diferencias, no rebajar a los otros ni llevar los problemas al terreno personal.
Nadie será participativo si se lo agrede, por lo tanto, al final, que esto ocurra ni siquiera es útil para nuestros objetivos, aún, quizás, aquellos estrictamente personales.
Por ello, las discusiones deben estar basadas en argumentos y no en creencias, en objetos o ideas y no en personas.
Una cosa es decir “Creo que su idea de esto es equivocada” a decir “¡Usted es un idiota!”.
La segunda opción hace que la discusión útil, termine allí.
Es difícil analizarse uno mismo, pero si se es abierto con el equipo, puede fijar reglas de antemano para que sus colaboradores puedan utilizar y no llegar a la estupidez.
Se puede usar alguna frase clave que bloquee el comportamiento abusivo.
Por ejemplo, cuando usted se pase de la raya en alguna discusión, cualquiera pueda decir “¡Lucidez ya!”, u otra frase prefijada (yo uso “Reflexionemos por favor”), que funcione como disparador y así revisar el comportamiento para frenar la escalada.
Pero cuidado, también puede ocurrir que la estupidez aflore en alguien de nuestro equipo, y por ende, sea algo que debemos enfrentar.
Allí hay que tener cuidado del contagio emocional.
Un maltrato tienta a responder de la misma manera, y más teniendo el poder para hacerlo.
Algunas formas de lidiar con esto, que es utilizable también por cualquiera en el equipo:
Use la frase de bloqueo (extremadamente útil porque desarma el momento ríspido y pone a todos a pensar)
No conteste de inmediato a las agresiones, cuente hasta 10 y vea una manera amable de responder
Despersonalice el insulto. Convénzase que no se dirige a usted sino a la idea u objeto
Pregunte re-direccionando a la idea y sacándole los términos peyorativos (Si le dijeron “¡Es un estúpido!” pregunte “¿Por qué hacer tal o cual cosa le parece poco procedente o desfavorable?”)
Ponga en marcha la “Colección de momentos estúpidos” en su equipo. Esta colección será un diario personal donde cada uno, incluso usted si es el jefe, escribirá con algún detalle lo que fueron los momentos estúpidos de la semana. Fije un día para hacer una revisión donde cada uno lea lo que “coleccionó”. De esta manera, en frío, se podrán analizar los comportamientos estúpidos, hacerlos visibles, y eliminarlos de a poco.
Seguramente se le ocurrirán otras cosas, agregue y comparta. Todos nos beneficiaremos de ello.
Y una última cosa. Como seguramente no podremos librarnos de nuestros arranques de estupidez, tengamos la humildad necesaria para pedir disculpas cuando nos demos cuenta (o nos hacen saber) que actuamos abusivamente. No será lo mejor, pero es una forma de remediar o morigerar lo causado.
Si esto les está pasando, podemos ayudar a corregirlo.
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